martes, 10 de febrero de 2009

Atisbos Analíticos No 99, febrero 2009, Humberto Vélez Ramírez, Profesor del Programa de Estudios Políticos, Iep, Universidad del Valle; Presidente de ECOPAZ, Fundación Estado*Comunidad*Paz, “Por un nuevo Estado para un nuevo País”.
Mi nuevo Correo: humbertovelezr@gmail.com
Para acceder a los Atisbos Analíticos, con el próximo llegaremos al No 100, atisbosanaliticos2000.blogspot.com,



OBAMA, OBAMANÍAS
Y OBAMAPOSIBILIDADES


Entre la Esperanza y el Imperio ¿qué podrá
hacer este enorme negro?
(Libro)




UNA INTRODUCCIÓN INVASORA.

La idealización del personaje, la obamanía, nos está llevando a desconectar a Barack del mundo real, de ahí, las desmedidas expectativas que, frente a su condición de nuevo presidente, se han forjado. Urge, entonces, bajarle el tono al actor ubicándolo, más bien, en un horizonte de buenas posibilidades. El tiempo nos dirá si lo más importante de esta irrupción de Obama, ha sido la salida de Bush, lo que reduciría el problema a un simple asunto del triunfo de la moderación sobre la barbarie. Pero, a lo mejor lo posible se mueva un poco más allá, por ejemplo, hasta la firma de decretos que restauren algunos de los derechos perdidos en los últimos años por el movimiento sindical (a dos semanas de posesionado ya ha firmado tres) o a hasta decidir algunas medidas que permitan que en este mundo haya menos tiranos. En frenados comentarios a su posesión, prudente ha sido la posición de Fidel Castro, “Nadie, escribió, podrá dudar de la sinceridad de sus palabras cuando afirma que convertirá a su país en modelo de libertad, respeto de los derechos humanos en el mundo y a la independencia de otros pueblos. Sin embargo, a pesar de todas las pruebas soportadas, Obama no ha pasado por la principal de todas ¿qué hará el presidente cuando el inmenso poder que ha tomado sea absolutamente inútil para superar las insolubles contradicciones antagónicas del sistema?”. (1)
Para nosotros Obama constituye un “afuera” de dificultoso escrutinio sociológico, al fin y al cabo nuestra mirada sobre los Estados Unidos de América nunca alegará inocencia. Sin embargo, precisamente por eso, por tratarse de un “afuera”, quizá podamos barruntar y atisbar algunas cosas más o menos importantes sobre el presente y el futuro inmediato del nuevo mandatario. Por lo menos, plantearnos algunas preguntas e interrogantes.
Anticipémoslo de entrada. No pensamos que Obama vaya a revolcar las relaciones sociales en la sociedad norteamericana ni que vaya a modificar las formas imperiales que históricamente le han sido propias. Esto no obstante, pensamos que podrá hacer algunas cosas posibles e importantes. Por ejemplo, eso de decidir que en un año estará desmontado ese “Centro experimental de Torturas” del imperio llamado Guantánamo, constituye una decisión de impacto real y simbólico casi mundial. Claro que el año de plazo es ya una limitación impuesta por la burocracia heredada (2) y que eso de llevar a Bush, como reclaman algunos, a la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, sería algo que, como requisito previo, exigiría un cambio radical en la estructura y funcionamiento de la dominación como fenómeno mundial. Esto es algo que Obama no ha prometido y que nunca lo hará.
Lo decimos sin ambages: En el mundo actual y en términos de relaciones de poder, es más lo que Obama podrá hacer en la línea de ese contrasentido radical llamado “humanización del capitalismo” que lo que muchos gobiernos de la nueva izquierda podrán avanzar hacia formas socialistas de vida.
Los politólogos han quedado sorprendidos: En una sociedad todavía fracturada por la discriminación racial, un negro sin hacer la clásica política pausada de largo plazo, aún más haciendo a corto plazo una política atípica, fue elegido para regir los destinos de la sociedad imperial más importante del mundo. Y en su discurso de posesión, ese negro dijo que, sin traicionar los principios ni los ideales de los padres fundadores de la república, haría cosas positivas distintas a las de su predecesor. De modo más preciso, así fijó el problema el escritor Héctor Abad Facio Lince en un aterrizado artículo en el que lanzó la pregunta ¿Cualquier presidente es igual?” : Los antiguos romanos, adelantó, “para pronosticar el futuro de su próximo César miraban el vuelo de los pájaros…Obama nos permite alimentar la ilusión , con las cabañuelas de sus primeros cuatro días de gobierno, de que nos esperan cuatro años, si no de sueños, al menos sí muy distintos a los ocho años de pesadilla de Bush”. (3)El nuevo presidente dijo en su discurso de posesión que las guerras se pueden ganar respetando las normas de los padres fundadores y que existen comportamientos decentes que no se negocian y que se debe volver la ciencia al lugar que merece y que Estados Unidos es una nación no sólo de creyentes sino también de no creyentes.
Pero, ¿cómo se hizo este negro que ha dado forma a un presidente, por lo menos, distinto si se tiene en cuenta su historia biográfica y lo poco o lo mucho que hasta ahora nos ha anticipado? ¿Cómo y por qué fue elegido?
Es lo que en este texto trataremos de observar y exponer del modo más pedagógico posible, aunque sin desprendernos de la academia que es nuestro espacio natural. Buscaremos apresurar otro lenguaje más accesible a un público amplio. Cada uno de los treinta epigramas que le dan forma al libro, posee una relativa independencia pudiendo ser leído a partir de la breve guía que sugiere el Abstrat. Esta Introducción, por su parte, constituye, más bien, un Ensayo de inducción al personaje.
Una hipótesis central, entre otras muchas, ha sido adelantada en Estados Unidos buscando responder a esa doble pregunta. Veámosla y glosémosla.
Cuando en la segunda parte de la década del ochenta, graduado ya en Ciencias políticas en Columbia, se puso a trabajar, abandonando un empleo económicamente prometedor, como organizador comunitario en las barriadas al sur de Chicago, se encontraba en una etapa más madura de un dificultoso proceso de búsqueda de identidad y pertenencia. Aunque, de modo directo, crudo y personal, no había sufrido la discriminación racial, el quién soy, de dónde vengo y para dónde voy lo acuciaba como nunca. Constituyó ésta una etapa decisiva de su historia biográfica. Un cosquilleo de insuficiencia, de encontrarse desdoblado, de ser “dos mitades”, de no estar completo, lo sacudía en su intimidad. En ese momento, a su lado espiritual ya no se encontraba Ann, su adorable y siempre solícita madre que hasta entonces lo había iluminado con sus ovalados ojos de trotamundos empedernida. Lo había dejado para que volara solo. Dos textos de “El Sueño de mi Padre” (4) son altamente expresivos deL estado de su espíritu. Sobre su nuevo oficio señaló, “En 1983 decidí ser organizador comunitario. No había mucha información sobre esta actividad. No conocía a nadie que se ganara la vida con ella. Cuando los compañeros de clase me preguntaban qué era lo que hacía exactamente un organizador comunitario, no podía darles una respuesta. En lugar de eso me pronunciaba respecto a la necesidad de un cambio. Cambio en la Casa Blanca, donde Reagan y sus acólitos continuaban jugando sucio. Cambio en el Congreso, sumiso y corrupto. Cambio en el talante del país…Cambio que no vendría de las altas esferas, diría yo. Cambio que vendría de la movilización desde la base”. Y al evaluar de modo crítico esa experiencia, esto dijo, “No tenía comunidad o tradiciones en las que pudiese arraigar mis creencias. Los cristianos con los que trabajaba se reconocían en mí, veían que conocía su libro, compartía sus valores y cantaba sus himnos. Pero, además, percibían que una parte de mí permanecía apartada, desaparecida, como espectador. Entonces vi…que sin un compromiso inequívoco hacia una comunidad de fe en particular, estaría condenado siempre a permanecer apartado en algún nivel, libre como lo era mi madre, pero también solo, como en última instancia, lo estaba ella”.
El no poder avanzar hacia el sueño americano, ese crudo y brutal ideario de “yo soy yo y mis competencias y mi mercado de trabajo y mi confort” no era en ese momento lo que atormentaba al joven Obama, pues, de haber permanecido en su anterior empleo, habría avanzado hacia ese ideal de eficacia, confort y felicidad. Lo que lo angustiaba en esa coyuntura de su vida era, más bien, el experimentar que “una parte de él” permanecía “apartada, desaparecida, como espectador”. Sentimiento éste expresivo de la intensa crisis de identidad y de pertenencia por la que pasaba.
Hasta ese momento de sus 25 a 30 años, la política “profesional” no hacía parte explícita de su proyecto de vida.
Trasladémonos ahora al 27 de julio del 2004 a la Convención demócrata a la que el ya senador Obama asistió por el Estado de Illinois. Su intervención en ese evento lo convirtió de repente en destacada figura política, lo metió en el disco duro de la política nacional e internacional. Desconocido todavía a escala nacional, el senador John kerry lo presentó esa noche como “el hombre que puede ayudar a sanar las heridas que hay en nuestra nación”. (5)
Obama se vino, entonces, con un sólido discurso de unidad nacional, por encima de lo que los dividía en lo racial, lo religioso y lo político partidista, discurso en el que, como un eje central, disolvió la distinción entre una “derecha” religiosa (republicanos) y una “izquierda” secular o no creyente (demócratas). Emergió así en el campo de la política como profesión, el Obama que para sentirse pleno y completo y colmado en su intimidad, se había acercado, en la segunda parte de la década del 80, a una comunidad de fe, The Church of Crist, en procura de colmar su identidad y anhelos de pertenencia. Se trató de un histórico discurso, emotivo e idealista además que bien formateado, en el que a su enorme carisma y convincente oratoria, agregó la inspiradora historia de su familia. De una familia que había aunado en “ella” varias razas, etnias y religiones. En esa pieza oratoria se refirió, sobre todo y ante todo, a un “único” Estados Unidos, que trascendía las divisiones políticas y raciales. “No hay, dijo, un Estados Unidos blanco y un Estados Unidos negro, sino los Estados Unidos de América.”
La escritura de su historia biográfica la había iniciado con la publicación en 1995 de “El Sueño de mi Padre”; ahora el discurso del, 2004 le brindó bases para continuarla con “La Audacia de la Esperanza”, su segunda Memoria autobiográfica. (6)
Una vez que el senador Kerry, candidato demócrata a la presidencia en el 2004, escuchó a su protegido, de aplaudido se convirtió en aplaudidor. Cuenta Stephen Mansfield (7) que el día anterior a la Convención, Obama se paseaba tranquilo por las calles de Chicago en compañía de su amigo el empresario Martin Nesbit mientras la gente lo asediaba deseosa de saludarlo. “Es increíble, le dijo Nesbit, pareces una estrella de rock”. Eso no es nada, le respondió Obama con seguridad, “si piensas que lo de hoy está bueno, espera a ver qué pasa mañana, mi discurso es bastante bueno”. (7) Y fue tan bueno que resonó en la nación entera. En unos cuantos minutos quedó instalado en el centro del escenario político de los Estados Unidos. Pero no solamente ahí, en esta época de la política simbólica, de repente se metió en la mente de los norteamericanos, siempre tan históricamente propensos, según las lógicas de su cultura política, a significar ungidos y predestinados a partir de una nación a la que todos imaginan providencialmente elegida. A partir de ese discurso, en la gente quedó la imagen-promesa de que Obama era un político creyente excepcional. Este personaje excepcional, en concepto de Estephen, no era otro que ése “muchachito delgado, que cree que para él también hay un espacio en los Estados Unidos”.
Pero, en mi concepto no se trataba de un creyente más, de esos que abundan en esa sociedad materialista epicúrea religiosa que, por encima de Darwin y del amplio despliegue de sus fuerzas productivas, cree en el creacionismo y en la que solamente hay un 3% de ateos. No. Se trataba, más bien, de un creyente de nuevo tipo, capaz de mirar a su país y al mundo con otra mirada, de leerlos desde otra cultura política distinta de la del conservadurismo religioso tradicional cuya expresión más paradigmática había sido el gobierno de Bush. Entonces, se trataba de un político creyente de nuevo tipo dotado de una visión liberal de “izquierda” vitalmente conectada a una fe religiosa. Es como si en el contexto latinoamericano surgiese o hubiese surgido, estoy pensando en Camilo Torres, un político creyente de nuevo tipo, dotado de una visión de izquierda socialista conectada a una inmensa fe en la teología de la liberación y que, a lo Obama, proclamase, “también nosotros tenemos fe, los que estamos a la izquierda de la política, creemos que la mujer tiene derecho a decidir si aborta o no y defendemos los derechos de nuestros amigos los homosexuales y nos interesamos por los pobres y confiamos que un gobierno grande puede ser uno que permita la justicia…También amamos a Dios…También tenemos pasión espiritual y creemos que nuestra visión de Estados Unidos surge de una fe vital. Ya no se nos tildará de no creyentes. Ya no podrán hacer que cedamos el terreno de lo espiritual porque la derecha religiosa no tendrá más nada que decirnos al respecto”. En la parte final de su histórico discurso del 2004, al referirse a los técnicos que dividían el país en Estados colorados (los republicanOs) y los Estados azules (los demócratas), dijo sobre éstos últimos, sus copartidarios, también nosotros “adoramos a un Dios maravilloso en los Estados azules”.
Atrás citamos a Estephen Mansfield, quien después de escribir “La Fe de George Bush” escribió un libro en la misma línea, la que correlaciona religión-política, titulado “La Fe de Barack Obama”. En un texto valioso, importante y coyuntural, proporciona buena información, así como algunas hipótesis cercanas a la antropología religiosa. Sobre el trabajo de Estephen, escribió Francisco Fuster, “es en parte una biografía espiritual de Obama, un recorrido por los principales hitos de su trayectoria dentro y fuera de la Iglesia, aquellos que han forjado esa personalísima fe que lo caracteriza…Es también un ensayo sobre la importancia de la fe en la política americana y sobre el uso que hacen de ella los partidos políticos. Su objetivo: acercar al público la visión teológica del candidato con una monografía destinada a acercarnos a uno de los aspectos de la personalidad de Obama que más ha llamado la atención” (8)
De acuerdo con Stephen lo que Obama buscaba era “hacer sonar la trompeta de la fe en una convocatoria que ya no dividiría al país en la derecha religiosa y en la izquierda secular” como si sólo los republicanos fuesen creyentes quedando los demócratas adscritos a la representación colectiva de no creyentes. Obama le habría salido al paso a ese imaginario social advirtiendo que los demócratas también eran creyentes, que en los Estados azules también veneraban a un “Dios maravilloso”. Con ello, Obama buscaba hacer desaparecer la religión como una fuente de divergencias y conflictos entre los estadounidenses. Esto no obstante, en nuestro concepto, Estephen se quedó corto en evidenciar cómo la “izquierda demócrata”, versión obama, tenía o, por lo menos, pretendía tener otra forma de leer políticamente a Estados Unidos y al mundo desde sus lógicas de fe religiosa.
Cuando Obama ingresó al cristianismo no encontró contradicción mayor entre su compromiso religioso y sus maneras de pensar y examinar la vida, pues The Church of Christ era una Iglesia portadora de una visión liberal radical. Fue por eso por lo que pudo escribir en “La Audacia de la Esperanza”, “Al comprender que el compromiso religioso no exigía que dejara de pensar de forma crítica ni que me desentendiera de la batalla por la justicia social y económica ni que me retirara del mundo de ninguna otra forma, pude caminar un día por el pasillo central de la Trinity United Church of Crhist para ser bautizado. Fue una elección no una epifanía y las preguntas que tenía no desaparecieron por arte de magia”. (9)
Decir que el pueblo norteamericano es altamente religioso; afirmar que en la historia electoral norteamericana el voto por razones religiosas o morales ha sido una constante; recordar que en las últimas décadas la derecha religiosa ha tenido una marcada influencia en el manejo ideológico y político de esa sociedad, constituyen frases casi de cajón. Hace siglo y medio cuando el sociólogo francés Alexis De Tocqueville llegó a los Estados Unidos, la gran influencia de la religión sobre las costumbres de la gente en todos los niveles, fue lo que más le llamó la atención. (10) Dada esta histórica situación de casi necesaria presencia de elementos religiosos en las conductas de los norteamericanos, algunos podrían pensar que la tesis de Obama sobre la construcción de una nueva forma de pensar y hacer política a partir del compromiso con una fe religiosa, podría arrastrar una buena dosis de simple táctica electoral. Pero no, la evidente correlación discursiva y empírica existente entre su trabajo en las barriadas de Chicago, su acercamiento a la liberalmente radical Church of Christ, su discurso del 2004 en la Convención demócrata y su elección como presidente señalan que de lo que se trataba era de una tesis-convicción. El cómo la llevará a la práctica en una sociedad de capitalismo imperial, constituye otro asunto, o mejor, el reto que deberá enfrentar como gobernante. Es lo que con otro lenguaje acaba de señalar el profesor Hernando Llano en su último “CaliCanto”, “Sólo el futuro nos revelará si es compatible tal escala de valores con la existencia del mayor imperio militar que haya existido en la historia, pues ella nos ha demostrado, desde Roma hasta el presente, que la República y el Imperio son irreconciliables en un mismo Estado. Si Obama logra esa proeza sin duda habremos entrado en una nueva era, la de una República cosmopolita y global, uncida por un hombre multiétnico y un gobernante tan insólito que merecerá el título de auténtico demócrata”. (11)
Ronald Dworkin, filósofo liberal y profesor de Derecho en Nueva York y Londres, en uno de sus últimos libros, “La Democracia Posible” (12), formuló cuidadosas observaciones sobre la salud de la democracia en los Estados Unidos. “Las elecciones del 2004, señaló, provocaron una traumática división. Los republicanos afirmaron que la victoria del candidato demócrata amenazaba la supervivencia, incluso la salvación de la nación…Constituiría un triunfo para Osama Bin Laden. Por su parte, los liberales se declararon defraudados, incluso asqueados, por los resultados de las elecciones.” De acuerdo con Dworkin la política en Estados Unidos, como nunca antes, se había polarizado y trivializado tornándose necesario sacarla de ese estado presentando una propuesta programática positiva.
Para muchos observadores cercanos al anterior diagnóstico, había sido eso precisamente lo que había hecho Obama entre el 2004 y el 2008, despolarizar y destribializar la política estadounidense mediante una propuesta que implicaba una relectura de Estados Unidos y del mundo, primero, desde los valores originarios de los Padres Fundadores de la República, y, segundo, desde un compromiso de fe religiosa.
Entre muchas otras, en este momento de la reflexión y el análisis, dos preguntas nos acucian. Primera: ¿hasta qué punto ese compromiso tan explícito y marcado de Obama con una fe religiosa, no va a afectar la ya clásica separación entre la Iglesia y el Estado propia de esa sociedad? Y segunda: ¿qué tuvo que ver Ann, la adorada madre de Obama, con el ingreso de este al cristianismo cuando ya tenía casi 25 años?
Digamos algo acerca del primer interrogante. Nadie como John F. Kennedy, católico militante, expuso de modo tan claro los principios y razones de esa necesaria separación. En un discurso del 12 de septiembre de 1960 precisó que no era “el candidato católico a la presidencia” sino, más bien, “el candidato del partido demócrata a la presidencia que, por casualidad, era católico”. Al ser ello así precisó que la fe personal de un candidato a la presidencia, nada tenía que ver con el ejercicio del cargo. (13) Por otra parte, de acuerdo con su cultura religiosa política los estadounidenses se han apropiado de un conjunto de valoraciones sociales positivas que favorecen la separación Iglesia y Estado. Por ejemplo, que los Estados Unidos no son una teocracia; que los líderes del país no gobiernan por derecho divino; que Iglesia y Estado son instituciones separadas; y que su Estado es un Estado laico tolerante que no permite que las religiones gocen de privilegios ni interfieran las decisiones políticas. Por otra parte, entre los cuatro puntos en que se puede condensar el calvinismo político, el cuarto precisamente señala que entre “El Estado y la Iglesia no debe existir ni alianza ni dependencia mutua”. (14) Finalmente, ya en un plano más concreto, en el de la acción social del Estado mediada por instituciones religiosas, el candidato Obama precisó, “Mi criterio general es que si una congregación o una Iglesia o una Sinagoga o una Mezquita o un Templo quiere prestar servicios sociales y acceder a fondos gubernamentales deben ser capaces de estructurarlos de modo que toda la gente pueda acceder a esos servicios, y de un modo que no veamos el dinero del gobierno usado para hacer proselitismo. Esta, por cierto, es una visión basada no sólo en la preocupación de que el aparato de Estado sea capturado por una fe religiosa en particular…La libertad de religión en este país, creo, es precisamente lo que hace a la religión tan vital”. (15)
Vayamos ahora a Ann, la madre de obama, a tratar de fijar su grado de influencia en el ingreso de su hijo al cristianismo. En general, se trató de una mujer formidable, ya lo veremos en uno de los epigramas, que lo inspiró a medida que iba sumando logros en su vida. También, con resultados positivos, con seriedad lo advirtió cuando, adolescente aún, tuvo tremendo bajón académico debido a su entrega circunstancial a la juerga universitaria, a la droga y al alcohol. Pero Ann no podía darle lo que no poseía. Había sido ella una mujer escéptica que miraba la religión como antropóloga, casi como el científico examina las células a través de un microscopio. Influenciado culturalmente por muchas religiones, hasta sus 25 años Obama nunca profesó una en particular. De cara a las religiones, dos asuntos aprendió Obama de su madre, el respeto a todas ellas y un desapego prudente con respecto a la experiencia religiosa. Por lo tanto, Obama ha sido el primer presidente norteamericano que de niño no tuvo religión. El legado de Ann, escribió Estephen, podría haber sido ése, “si el joven no hubiese logrado ver lo horrible que era el precio de todas las creencias”. Por lo tanto, en nada incidió Ann en el ingreso de Barack a The Church of Christ.
Se hace claro así que la relación de Obama con este templo no fue meramente instrumental sino, ante todo y sobre todo, substantiva. A la luz de la cultura política colombiana- sociedad en la que, por las dos vías, la relación Iglesia-Estado ha sido, sobre todo, instrumental- dificultoso se hace comprender cómo la fe religiosa pueda ser una fuente de inspiración para un cambio estructural y funcional del país cuando hasta ahora ella ha funcionado como un factor de sustentación y de consolidación de un establecimiento social injusto, antidemocrático y propiciador de la violación de los derechos humanos.
Al terminar esta Introducción nuestro deseo no puede ser otro que el de que estas notas “Obama. Obamanías y Obamaposibilidades” alimenten reflexiones y posiciones críticas sobre el presente y futuro de esa sociedad imperial y sobre sus relaciones con el mundo en general y con América Latina en particular.



1. Castro Ruiz, Fidel, “Reflexiones del Compañero Fidel”, http://verbiclara.nireblog.com/pog-/S
2. Oszlak, Oscar, “La criptona de Superobama”, en, Página 12, Buenos Aires, 01-12-09.
3. Abad Faciolince, Héctor, “¿Cualquier Presidente es igual?, El Espectador, domingo 25 de enero de 2008, p.40.
4. Obama, Barack, los Sueños de mi Padre: Una Historia de Raza y Herencia, Almed, Granada, 2008.
5. Sobre la Convención demócrata en el 2004 y el papel que en ella cumplió Obama, ver, OBAMA ABRE LA Convención demócrata del 2004, http://obama-presidente.infobae.com/video-democratas
6. Obama, Barack, La Audacia de la Esperanza: Cómo restaurar el Sueño americano, Península, Barcelona, 2007.
7. Mansfield, Stephen, La Fe de Barack Obama, Grupo Nelson, Una división de Thomas Nelson Publishers, Nashville, Dallas, México D.F, Río Janeiro, Beijing, versión electrónica.
8. Ver, http:www.ojosdepapel.com/index.aspx?article=2917
9. Obama, Barack, La Audacia de la Esperanza, p.222.
10. Tocqueville, Alexis, La Democracia en América, Alianza Editorial S.A. Barcelona, 2002.
11. Llano, Hernando, “Obama: Entre el Mito y la Mitomanía de la República norteamericana”, 01-25-09, http://www.calicantoopinion.blogspot.com/
12. Dworkin, Ronald, La Democracia Posible, Editorial Ibérica, España., 2008.
13. http.www.ojosdepapel.co
14. http: //revistalibertaddigital.com/
15. http:// beliefnet.com/ , 01-30-08.