lunes, 8 de junio de 2009

CUANDO LOS HIJOS DEL MESÍAS SE NIEGAN A ENTREGAR UN PLUVALOR DE LA SOCIEDAD

Atisbos Analíticos No 101, mayo 2009, Humberto Vélez Ramírez, profesor del PROGRAMA DE Estudios Políticos de la Universidad del Valle; Directo de ECOPAZ, Fundación Estado*Comunidad*Paz, “Por un nuevo Estado para un nuevo País”.




CUANDO LOS HIJOS DEL MESÍAS SE NIEGAN
A ENTREGAR UN PLUVALOR DE LA SOCIEDAD.


En sociedades donde la estructura específica de poder está montada,
1. sobre conciencias individuales sin conciencia ética ( como decir, ante un mal social grande, todo vale, todo es lícito);
2. sobre una cultura instrumental de la legalidad ( como decir, la ley presenta dos rostros, es obligatoriedad para los subordinados, pero es discrecionalidad para los dominantes);
3. sobre el recuse de “acción antipatriótica o cuando no, subversiva” de toda crítica que lo conmueva ( como decir, “si no estás con el poder, estás contra mí “);
4. y sobre una ciudadanía acrítica embobada con el carisma popular del líder y, por lo tanto, pastoreada como borrego por los Medios de Comunicación, todo lo que en ella diga o haga la cohorte cercana al príncipe, tendrá siempre el viso de acción legal, ética, legítima y hasta plausible.
Ayer no más leíamos ese formidable discurso del Padre Francisco José de Roux tan inspirado en una versión abierta de humanismo cristiano. (1) De entrada, nos llamó la atención una tesis que afirma que “la dignidad humana no puede incrementarse ni disminuirse”. Al glosarla, quizá de un modo un poco burdo, diríamos que por mucho que se la cultive, o por mucho que se la violente, siempre estará ahí como medida de lo humano. Pero, esto quizá en el plano de lo ontológico, pues, a escala simbólica, en ciertas sociedades con frecuencia uno se pregunta cómo hará el ser humano para aguantarse tanta mentira, tanta falsificación de lo real y tan enorme idealización de lo no real en unos plazos menores a 24 horas. Con inmenso dolor reconocimos que eso es lo que ha venido aconteciendo en Colombia desde hace más de siete años.
No pongamos sino un solo ejemplo. Por estos días los hijos del Mesías se han negado a entregarle a la sociedad lo que a ella le corresponde: Unos plusvalores, generados no por el trabajo propio sino por las decisiones públicas- o inocentes o interesadas- de quienes, a escalas territoriales distintas, dirigen el país. Y frente a tan tremendo descaro, en lo que a la ciudadanía respecta, nadie ha dicho nada. Y el poder absoluto ha aplaudido ese silencio. Nadie ha protestado. Y el poder absoluto ha bendecido la pasividad social. Más allá de la ciudadanía, unos pocos han acusado. Y el poder absoluto los ha reacusado de subversivos. Entre la ciudadanía, muchos han aplaudido. Y el poder absoluto los ha legitimado. Pero, ¿desde cuándo en esta sociedad se llegó a un extremo tal? Desde siempre. Pero, sobre todo, desde que hace siete años se instaló en el país una forma autoritaria de gobierno que, de modo voraz, se ha venido acrecentando hasta llegar a su forma actual de un gobierno absoluto que ya no cabe en su propia piel.
Este Atisbos 101 constituye una invitación a que pensemos que aquí no ha pasado nada. Y es que ha así ha sido porque en este país, en los últimos siete años, la condición ontológica de realidad sólo la ha alcanzado, lo tocado, lo mimado, lo empujado, lo bendecido, lo aplaudido, lo legitimado por la actual forma de gobierno. Solo es real, lo que toque Uribe. Hagamos de cuenta, entonces, que, en lo que a nuestra querida Colombia respecta, ninguna de estas cosas ha acaecido Ni siquiera las recurrentes rabietas del Mesías:
“Así, asuntos como la llamada “parapolítica”, que ha vinculado en su mayoría a amigos políticos del presidente; las inclinaciones delictivas de los antiguos paramilitares; sus confesiones y denuncias; el oscuro proceso de negociación de Ralito; la torcida y celestina ley “de justicia y paz”; las extrañas extradiciones de los jefes “paras”, sin atención alguna a las víctimas; las revelaciones de las mismas autodefensas, en un cerco cada vez más estrecho alrededor del Jefe del Estado; los llamados “falsos positivos”, que no son sino crímenes atroces, cuyo número va en aumento; los enfrentamientos presidenciales con la Corte Suprema de Justicia; el seguimiento a magistrados, inclusive los auxiliares, por parte del Gobierno; la llamada “yidispolítica”, que puso en tela de juicio la legitimidad de la primera reelección; la posible participación de integrantes de la familia presidencial en DMG; la demora del Estado en definir una línea de acción en el problema de las ”pirámides”; la posible financiación de DMG para la recolección de firmas para el referendo con miras a la segunda reelección; la extraña visita de alias “Job” a la Casa de Nariño -nunca explicada-; las interceptaciones telefónicas, tampoco explicadas a cabalidad, en el seno de la Policía Nacional - con la caída, como en el juego del dominó, de varios generales que aspiraban a su dirección; las interceptaciones y seguimientos del DAS a dirigentes de oposición; las interceptaciones a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia; la entrega de datos financieros y familiares de los magistrados al DAS cuando habían sido captados en función de la prerrogativa estatal de carácter tributario; los negocios de los hijos del Presidente de la República con DMG; los negocios de los jóvenes Uribe con la administración dirigida por su padre para obtener beneficios en relación con un terreno, y su posterior conversión en “zona franca”. (2)
En relación con el caso Mosquera, aceptemos que todo fue legal y ético; aceptemos también que no hubo ninguna presión indebida que haya manchado las decisiones tomadas; aceptemos que los tomadores de decisiones fueron tan neutrales y objetivos que pasaron por encima el hecho de que entre, los fortuitamente favorecidos, se encontraban los dos hijos del presidente; finalmente hagamos presunciones, todas a favor de los que se ganaron ese catedralicio plusvalor.
PERO,
Señores “suertudos”, por favor madruguen mañana a hacer cola en la Alcaldía de Mosquera para que paguen un impuesto que legalmente deben por el plusvalor creado. Nada de eso, de que las beneficiarias van a ser unas ONGs abstractas para que hagan una más abstracta inversión social. No. Ese dinero pertenece, por ley, a la Comunidad de Mosquera. Y por favor no se olviden de llevar un chequecito, bien antioqueño, por treinta mil millones de pesos.

1. Palabras del P. Francisco José de Roux, SJ., en la ceremonia de graduación de los estudiantes de la Universidad de los Andes., Bogotá, 21 de marzo de 2009.
2. “La segunda reelección de Uribe: No es un asunto político, es mediático
José Gregorio Hernández”, en Razón Pública” 11-05-2009..

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