domingo, 7 de septiembre de 2008

Atisbos Analíticos No. 91. Agosto 2008.

Atisbos Analíticos N.91, Agosto 12 2008



ORLANDO FALS BORDA, MI MAESTRO AYER, MI MAESTRO HOY Y MI MAESTRO SIEMPRE, HA PASADO A UN ININTERRUMPIDO MEDITAR EN SU COLOMBIA ADOLORIDA PERO ESPERANZADA, EN SU REGIÓN COSTEÑA Y EN LOS INDIOS, NEGROS Y MULATOS, LOS PUEBLOS QUE CULTURALMENTE NOS FUNDARON.
Hace exactamente dos años, al conmemorarlo en sus ochenta años, escribí éste Atisbos Analíticos, al que me respondió con la amabilidad que en él ha sido proverbial (Anexo Respuesta). Oscar Collazos recogió la nota, que se vino con otra crónica suya y con un buen número de reacciones.
Dedico esa VIDA a la Colombia joven y estudiosa, a los estudiantes de la Universidad del Valle y, especial, a los Colegas y Alumnos del Programa de Estudios Políticos del IEP,
ATTE, HUMBERTO VÉLEZ RAMÍREZ, Cali, agosto 2008.

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ATISBOS ANALÍTICOS N0 68, Cali, julio 2006, Humberto Vélez Ramírez, profesor del Programa de Estudios Políticos, IEP-Universidad del Valle; miembro de REDUNIPAZ, Red de Universidades por la Paz y la Convivencia; director de ECOPAIS, Fundación Estado*Comunidad*País, “Un nuevo Estado para una nueva Nación”.
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FALS Y CAMILO: 1959-2006: DOS VIDAS CERCANAS
PERO DESENCONTRADAS.



Especial para:
redunipaz@univalle.edu.co
osdelgad@urosario.edu.co
ntc@andinet.com,


“Ese que va apresurado, con corbata cachaca pero corazón costeño, es Orlando Fals Borda y el que, enredado en la sotana, le sigue el paso, es el Padre Camilo Torres Restrepo; ambos son pilares centrales de esta Facultad”, fue lo que me dijo el estudiante de segundo año que desde mi ingreso al programa de Sociología, sólo dos semanas atrás, se había pegado a mis ideas, idas y venidas como una garrapata doctrinaria. “Claro que ni el uno ni el otro son marxistas, como es la forma certera y correcta de pensar el mundo actual, pero rebeldes en sus iglesias, presbiteriano el primero y católico el segundo, en sus deseos, opciones y prácticas defienden la necesidad de una revolución”, agregó, sin sacudirme el mutismo, mi persistente y tenaz mentor. Mi mirada se había quedado pegada al andar acelerado de ambos hasta que se los tragó el dintel de la sala de profesores. Sobre Fals, me habían dicho durante esas dos semanas, que había sido el fundador de la Facultad de Sociología en 1959 y que era su figura académica nacional e internacionalmente más elevada. Sobre Camilo, cura católico y sociólogo de Lovaina, yo ya había advertido que se trataba de una persona sobremanera querida y admirada. A mí, que provenía de un cerrado programa de filosofía tomista y escolástica, del que me habían excluido dizque “por cuestionar la incuestionable doctrina católica”, me llamaba mucho la atención que en una Universidad “tirapiedra” y que, como decimos ahora, arrastraba la representación social de “atea”, un sacerdote católico hubiese alcanzado niveles tan elevados de admiración.
A la semana siguiente, en la fiesta de recepción a los primíparos tuve la, para mi, feliz ocasión de conocerlos en persona. A Fals me lo presentó mi ya pegadilla líder. Todavía “brinca” en mi mano la “felicidad” del caluroso saludo que le di mientras departía con un grupo de estudiantes avanzados sobre unas complejas teorías sociológicas intelectualmente inasibles para mí, apenas un iniciado en las ciencias sociales. Más adelante supe que hablaban de ‘estructural funcionalismo’. De todas maneras, como emergiendo del cuarto de hora que estuve al lado de ellos en aquel presente pasado, todavía escucho en mi presente actual la única tesis que le agarré a la conversación: “vean muchachos, les reiteró en dos oportunidades Fals, sin olvidar el carácter universal de la ciencia, lo más importante es lograr la ligazón ciencia- acción, análisis sociológico-acción política. Con Camilo, en cambio, sí tuve la oportunidad de conversar al calor de unos aguardientes cuando se sentó durante media hora a la mesa donde yo compartía con compañeros de primer año sin que de ella faltase el estudiante que, porque sí o porque no, prefiguraba mi fututo ideológico. De todo lo que dijo Camilo, como con una marca ardiente me fijó una idea: “El cristianismo, dijo, es amor y en una sociedad de pobres, explotados y oprimidos como ésta, el amor tiene que traducirse en solidaridad social y humana por los métodos que sean”.
Para mí, todo aquello constituyó el más inesperado alumbramiento: en mi intimidad empezó a enrollarse el gusanillo de la más aguda, compleja y plurifrontal contradicción: sentía que no podía seguir siendo el filósofo tomista que había empezado a ser, empeñado en leer en latín la Summa teológica. Entonces? O el cristianismo revolucionario de Camilo o la sociología comprometida de Fals Borda o el marxismo a la colombiana.
En las semanas siguientes no me perdí charla, conferencia o documento ya del uno ya del otro. De Fals me leí “El Campesino de los Andes” (1955) y “La Tierra en Boyacá” (1957) y devoré una copia de “La Violencia en Colombia” (1962) que había caído en mis manos. Ingresé al “Frente Unido” que lideraba Camilo y, boina al pelo, por la séptima bogotana y por la zona obrera con otros nueve compañeros voceamos y vendimos “a peso” el periódico de la organización. Todavía guardo como reliquia los 13 números de “El Frente Unido “que se publicaron entre agosto y diciembre de 1965. Tengo el testimonio sobre la manera cómo en todo el país- en los medios, los púlpitos , las escuelas, las familias y las plazas públicas- se asediaron y militarmente si sitiaron las ideas humanistas y cristianas de Camilo.
Fals y Camilo fueron personajes protagónicos y en permanente contradicción con la Colombia de la compleja y decisiva década de 1960. Una década de fracturas que signaron los procesos de tres importantes transiciones que en ella se desarrollaron. En primer lugar, la transición de la violencia bipartidista a la violencia subversiva revolucionaria. Si continuamos con válidos miedos de cara a la categoría “cultura de la violencia”, para no continuar profundizando el fenómeno de dispersión analítica parece útil y conveniente que ensayemos con la categoría analítica “subcultura de la violencia”, pues esa década fue una prueba más sobre cómo históricamente en esta sociedad la apelación a la violencia ha estado casi irremediablemente atada al manejo del Estado, así como al ejercicio de los poderes institucionales y de la autoridad familiar. En segundo lugar, la segunda transición importante fue la que se produjo en el régimen político con el inicio de la institucionalización de la exclusión política, así como con la génesis de una Cultura política elevadamente valorizadora de esa forma de exclusión. Y en tercer lugar, en esta década, sobre todo a partir de Lleras Restrepo, el país entró en un proceso más vigoroso de modernización dependiente. Pero, se trató de un proceso sin modernidad en las ideas y que no implicaba, como intrínseco a él, un enfoque de desarrollo y de políticas sociales. Fue por eso por lo que, en adelante, la redistribución de lo producido en la economía, así como la ampliación de las oportunidades quedaron a merced de las distintas fracciones del capital, de la cúspide de la dirección bipartidista, así como de sus restringidas bases de apoyo y de reproducción.
Mas temprano que tarde, hacia finales de 1965, Camilo marchó hacia “el fusil” como método de acción política y como nueva forma total de vida. Algunos nos dolimos, pero otros, muy queridos también, se fueron con él. En el grupo con el que participaba en el “Frente Unido” pensábamos que el camino era, más bien, el de contribuir a elevar los niveles de conciencia política y de organización de las masas hasta que éstas, agudizadas y sin salida las contradicciones del establecimiento, se insurreccionaran como sujetos políticos. Fue entonces cuando, un poco desilusionado, me marché hacia el sur de Latinoamérica y me matriculé en la Escuela de Ciencia política de la Universidad de Chile.
Fals Borda, por su parte, desde la academia continuó abriendo camino. En un paciente recorrido pasó por cuatro fases de evolución intelectual política cada una de ellas marcada por una rica producción intelectual, cada vez más asentada y enraizada en los grandes problemas de la sociedad En un primer momento, definió como punto de partida el de la necesaria imbricación entre el análisis sociológico y la acción política. En un segundo momento, ese postulado general fue asumiendo la forma de un método de investigación para llevarlo luego, en una tercera fase, hasta su expresión más elevada en la teoría de la Investigación-Acción participativa. A partir de 1990, sin que se evaporase el investigador, Fals, como ciudadano democrático, ingresó a la acción política directa. Ahí ha permanecido hasta la actualidad cuando es la figura intelectualmente cimera de un esbozo de partido de izquierda democrática que, de consolidarse, producirá un cambio histórico estructural en el régimen político colombiano.
Al iniciarse el 16 de febrero de 1966, en un frío amanecer santiaguino, sin razones aparentes, me desperté a las tres de la mañana. Mecánicamente encendí el radiecito de estudiante y, de sopetón, ésta fue la primera noticia: “Atención, Colombia, en un enfrentamiento con el ejército en Patio Cemento, Santander, murió ayer 15 el sacerdote Camilo Torres Restrepo”.
Transcurridas cuatro décadas, todavía llevo atragantado el mar de lágrimas en el que me sumergí aquella glacial mañana del 16 de febrero.
Para Camilo, los tiempos de la guerrilla no fueron más allá de noventa días. De vivir como guerrillero, por otra parte, todavía estaría luchando por convertir su proyecto armado en revolución social. Lo válido y cierto es que, no obstante haber cumplido importantes funciones como informal e ilegal oposición real, en cuarenta años las guerrillas colombianas nunca han estado a las puertas de una posibilidad efectiva y viable de acceder al poder.
En los últimos años han sido muchas las personas que, prisioneras del imaginario colectivo que asocia izquierda a lucha armada, me han preguntado: “de no ser así, ¿qué es, entonces, ser de izquierda en el mundo actual? “. He intentado variadas respuestas conceptuales en varios de mis Atisbos Analíticos. Sin embargo, a algunas les he dado una respuesta más histórico- existencial:”mirad, les he dicho, cómo piensa, analiza, vive y practica Fals Borda, eso quizá es ser de izquierda en la Colombia actual.”

REACCIONES

Es ésta una crónica, quizá densa y pesada, sobre la pequeña historia de otra crónica, ésta sí emotiva y vital. Para quien no haya leído Atisbos Analíticos 68 o desee refrescarlo, le aconsejo entrar a http://ecopais-atisbos.blogspot.com/.
La pequeña cadena de reacciones la inició el diligente y siempre lúcido y atento profesor Oscar Delgado, Director del 0bservatorio político de la Universidad El Rosario, cuando remitió ese Atisbos a sus abonados con un cabezote rezando así, “Al gran maestro FALS BORDA le rendimos todos un homenaje a través de la bendita pluma del profesor Humberto Vélez Ramírez en un paralelo con el sacerdote CAMILO TORRES RESTREPO”. Atrapando la memoria por otros caminos, al día siguiente, 19 de julio, se me vino el escritor Oscar Collazos con este vívido y vivido recuerdo:

“Orlando Fals Borda”
No había dejado de recordarlo cuando nos volvimos a
encontrar hace dos años en Cartagena. El había aceptado abrir el Diplomado
que dirijo en la Universidad Tecnológica de Bolívar. Me contó que María
Cristina Salazar, su esposa, no estaba bien de salud.
Esa tarde, estando juntos en el lobby del Hotel Capilla Real, supimos que
Alfredo Correa D´Andreis había sido detenido, acusado de "rebelión" por la
Fiscalía, una figura del programa de Seguridad Democrática del presidente
Uribe Vélez. Orlando tomó la determinación de ir a visitarlo a las oficinas
del DAs, en Manga. Yo llamé al senador Carlos Gaviria y le comuniqué lo
sucedido. En todo lo que siguió después, volví a sentir a Fals, solidario y
preocupado por la suerte de Alfredo. Sabíamos que la política de delaciones
programadas para mostrar resultados en el programa del Presidente, tenía ya
sórdidas consecuencias: muchos de los que eran señalados como "colaboradores
de la subversión" salían de la Fiscalía y eran asesinados.
Pasaron algunos meses. Lo que temíamos se cumplió: Alfredo Correa fue
liberado, lo trasladaron a la ciudad donde vivía y donde un año atrás nos
habíamos encontrado con Fals Borda, en un acto de la Universidad del Norte.
Siguió vinculado formalmente al proceso pero un día cayó asesinado en una
calle de Barranquilla. Se cumplió lo que temíamos.

La semana pasada supe de la muerte de María Cristina, la esposa de Orlando.
Me lo comunicó otra de sus antiguas alumnas, Gloria Triana. Pensé que esa
muerte, por lo esperada, no disminuía el dolor del esposo, a quien debíamos
rodear con la amistad y la solidaridad. Y es esto lo que hago al "responder" al correo de Humberto.
Corría el año de 1962 y yo, bachiller egresado del Colegio Pascual de
Andagoya de Buenaventura, presentaba mi examen de ingreso a la facultad de
Sociología de la Universidad Nacional. Después del examen escrito, la
entrevista personal fue hecha por Orlando (Fals Borda) y Camilo (Torres
Restrepo). Les hablé de “El Miedo a la libertad”, el libro de Erich Fromm que
acababa de leer. Recuerdo a Camilo, enfundado en una ruana gris. A Orlando,
en un saco gris o azul oscuro. Hablamos durante media hora.
Decidí 16 meses después fugarme de la Nacional y de la carrera porque quería
ser escritor. No sé si lo he conseguido. Lo único que recuerdo es que, en
1964, volví a ver Camilo en Cali. Nos acompañaban Enrique y Nicolás
Buenaventura. El "cura" estaba a punto de "irse al monte." Hablamos de Fals
Borda, recuerdo. Dos años más tarde, cuando publiqué mi primer libro de
cuentos, Orlando y Camilo estaban detrás de la memoria que había hecho
posible ese libro.
Volví a ver a Orlando y a María Cristina en Ginebra (Suiza), en el verano de
1968, cuando los que habíamos tenido la experiencia directa de la revuelta
estudiantil, sentíamos que habíamos vivido al fin un episodio de la
revolución.
No sabía por qué estaba contando estos episodios, sólo porque acabo de leer
un mensaje de Humberto Vélez. Ahora me doy cuenta de que lo hago porque hay
vidas superiores que nos acompañan siempre, que creíamos perdidas de nuestra
memoria pero vuelven a aparecer cuando hacemos el inventario del pasado.
Esos son María Cristina, Orlando, Camilo: episodios ineludibles en la vida
de quienes aprendimos de ellos a ser libres, insubordinados, acaso mejores.

Óscar Collazos”

Tempranero como siempre, el 24 de julio todavía abría los correos rumiando la idea de que si algo en mi vida había escrito con cariño inmenso, espontaneidad de niño y responsabilidad de adulto, había sido ese paralelo entre dos de mis primeros profesores universitarios, cuando me topé con esta densa anotación autobiográfica del maestro Fals Borda:

“Queridos colegas y amigos Humberto y Oscar:

Al cabo de mi doloroso período de reclusión por la muerte de María Cristina –golpe duro, como lo podrán suponer—tuve la fortuna de leer sus dos reflexiones sobre los profesores de la Facultad de Sociología, en especial Camilo, María Cristina y mi persona. Fortuna, porque me hicieron volver el alma al cuerpo, y sentir el corrientazo de la solidaridad y, más que eso, la comprensión por tareas y procesos del pasado que, en su momento, no parecían ser trascendentales. Estábamos cumpliendo un deber sagrado de educar y de brindar a la juventud las herramientas intelectuales que nosotros mismos habíamos heredado, asimilado y, por fin, criticado. Seguramente barruntábamos las consecuencias inmediatas, como ocurrió con las decisiones últimas de Camilo Torres, y nos alistábamos a lo peor porque así nos lo había enseñado la clase dominante al ejercer el poder político: un poder violento y cruel para con disidentes y herejes como lo fuimos entonces, y como quedo yo ahora, en mi soledad parcial de los actuales movimientos sociales.
Sin embargo, ustedes dos, con el sesudo y sereno análisis de Humberto, y las sentidas observaciones de Oscar, me han dado el honor de colocarme en la historia reciente del país con un reflejo o aureola que nunca esperé. No debo quejarme, en vista de las últimas evoluciones políticas y universitarias, no sólo en Colombia sino en muchos otros países, pero quizás me salvó la longevidad que se le escapó a María Cristina y a Camilo. Qué raro: después de viejo se advierten y descubren aristas de un trabajo que parecía plano y más bien rutinario. Me he sorprendido, como al leer las frases finales de Humberto para referirse a mi persona como epígono de la izquierda colombiana. Con cuánto reconocimiento y humildad recibo esta increíble conclusión! Humberto y también Oscar me colocan así ante una grave responsabilidad inmediata, como es el de pensar, repensar y actuar en el inmediato proceso.
Debo decirles que para esta tarea actual no me anima ninguna ambición burocrática o de figuración, como lógicamente puede ser la de muchos de mis colegas actuales en el mundo político. Aún más, trabajo para que figuren y dirijan, para que sean los dirigentes de nuevo cuño que soñamos en los años 60 con Camilo cuando concebimos las primeras reglas de la Acción Comunal, después prostituidas por los gamonales. Es la nueva dirigencia que debe suplantar a la actual, la que debe asumir la responsabilidad histórica. Yo poco puedo hacer al respecto, menos ahora con mis achaques. No puedo ser poder detrás de tronos, ni ningún criollo Rasputín loco. Mis esperanzas siguen radicadas en líderes inesperados, bisoños, nuevos, quizás impolutos, como Carlos Gaviria y los dirigentes del nuevo Polo con todos sus componentes provenientes del Frente Social y Político, el MOIR, hasta del Partido Comunista que tanta ojeriza me tenía. Veo esperanzas en Robledo, Gloria Cuartas, Avellaneda, Borja y tantos otros que están arriesgando sus vidas por nuestros ideales originarios.
Por el momento insistiré en la búsqueda histórica de nuestros valores originarios hacia un socialismo raizal, propio y auténtico que sea entendible y fácil de identificar por las masas. De pronto ésta sea mi postrera contribución. Ojalá sea satisfactoria no sólo para la práctica política sino también para el conocimiento social, histórico y cultural. Les invito a ustedes dos, Oscar y Humberto, a estimularme en este último esfuerzo, que ojalá sea bien comprendido. Ustedes tienen el estilo y el acceso periodístico que se necesita para multiplicar estos mensajes áridos de la academia, así sea comprometida como la que intenté introducir en la Universidad Nacional. Vamos a vernos de nuevo, así lo espero, y celebrar estas cosas aquí en Bogotá, porque ya no puedo viajar a Cali o a Cartagena. Pero aquí los esperaré con los brazos abiertos y con el corazón abierto a ustedes y a lo que representan en el nuevo país, en la Colombia Regional que nos sigue animando los sueños.
Reciban un grande abrazo de gratitud, de Orlando Fals Borda.”
Preocupado y hasta obsesionado como me había encontrado en esos meses por levantar preguntas pertinentes e imaginativas, así como por encontrar respuestas abiertas a las preguntas, “¿Qué es ser de izquierda en el mundo, y, sobre todo, en la Colombia actual? ¿Cómo puede entenderse el Socialismo, no la social democracia, en la Colombia y en la Latinoamérica del siglo XXI?”, con curiosidad y esperanza y entusiasmo me metí a esa especie de condensación investigativo-político-estética que es la obra de Fals: “Por el momento, encontré pronto, persistiré en la búsqueda histórica de nuestros valores originarios hacia un socialismo raizal, propio y auténtico que sea entendible y fácil de identificar por las masas”. Estaba barruntando que un socialismo desvinculado de nuestras raíces históricas sería un socialismo alienado, a-histórico y, por lo tanto, abstracto, sin carne y hueso cultural y quizá meramente contestatario, cuando el siguiente correo del 24 de julio- lo enviaba Catherine Escobar, despierta niña del Programa de Estudios políticos de la Universidad del Valle- me destacó una nota humana del histórico maestro:
“Hasta las gracias, decía ella, se oyen mejor de boca de un maestro como Fals Borda”.
En esas andaba cuando se produjo la lamentada muerte de Maria Cristina Salazar. Nunca fui su amiga, pero sí la escuché muchas veces: De porte aristocrático, voz serena y apariencia tímida, honda e íntima fue su “traición de clase”, pues hasta el final su norte y su eje analíticos y compromisarios fueron el pueblo y los niños.
Algún día daré a conocer los más de cien sentidos mensajes, que se vinieron detrás de mi sencilla crónica sobre Camilo y Fals Borda.

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